sábado, 27 de junio de 2020

LA POLÍTICA AFIEBRADA DE CORREA SUTIL.

En los términos que corresponden, la fiebre es la respuesta del organismo a una agresión externa, por lo tanto, no es una conducta descocada sino una exigencia para volver a la normalidad. Pero, más allá de esta precisión fisiopatológica del término, el señor Correa se pasea olímpicamente, siendo abogado, todos los conceptos, tendencias, doctrina y jurisprudencia que advierten que el proceso de “constitucionalización del derecho” es, actualmente, cosa viva.

En efecto, si bien este proceso ha hecho descender, desde sus alturas, a la Constitución, que ahora convive con nosotros (la ley Zamudio es un ejemplo clarísimo, porque la discriminación arbitraria no está en la ley, sino en la Constitución), no solamente adquiere un carácter procesal, es decir adjetivo, es decir normativo en su sentido más acotado, sino que, más trascendente que eso, nos obliga a poner la mirada donde corresponde, en los valores fundamentales, en los principios, que tantas veces son preteridos por la mera formalidad, valores que dan fundamento sólido a esa carta, por ello, fundamental.

La racionalidad por la que rasga vestiduras el señor Correa, se emplea para empezar a conversar, y por una razón tan antigua que ya el derecho romano advierte que el derecho aplicado mecánicamente, causa daño, “summum ius summa injuria”. El derecho moderno, y muy especialmente el derecho administrativo exige que, al examen de racionalidad (de la ley escrita), debe sumarse la razonabilidad, la oportunidad y last but not least, la proporcionalidad, conceptos que no requieren mayor explicación, por que se explican por sí mismos.

Hechas estas precisiones, podemos interpretar el diálogo legislativo-ejecutivo que origina el artículo. Ambas conductas se basan en lo adjetivo, en lo formal, porque ninguno de sus respectivos autores respeta la formalidad constitucional. Pero recordemos que, hasta Kelsen, en la punta de su pirámide del derecho estricto, se vio obligado a adornarla con la nubecita que nos recuerda los valores, principios y derechos fundamentales que dan origen y sentido a su pirámide, levantando un poquito la venda de los ojos de la justicia, que empieza a interesarse por la realidad que genera sus abstracciones.

Pues bien, es la realidad lo que, finalmente interesa, y esa realidad le da la razón al legislativo, tanta razón que la sospecha de que una moción de esta naturaleza nunca saldría del ejecutivo se ve confirmada con la respuesta del presidente. Un diálogo de aparentes sordos, que no lo son, pero que permite aplicar el aforismo que advierte que, cuando una circunstancia o característica es transversal, deja de ser fiel de la balanza y no debe ser utilizado como criterio de discusión. Esa circunstancia es el formalismo que, en el caso actual, debe dejar paso a lo valórico, a los derechos fundamentales, que una de las partes intenta defender y la otra, preterir.

viernes, 28 de febrero de 2020

La violencia de Cristian Warnken

Es realmente una lata replicar la columna de Cristian Warnken “Soy de izquierda: rechazo la violencia”. Y lo es porque reconozco en él a un intelectual de izquierda que mucho ha aportado en este campo, aunque la izquierda sea, a estas alturas, una palabra tan polisémica que cuesta entender cuál es su verdadero significado, si es que lo tiene.  En su acepción histórica, podríamos afirmar que al inicio no fue más que la opción “por” los pobres, que el tiempo logró transformar, en algunos escasos lugares, en una opción “de” los pobres, Cuba talvez el ejemplo más emblemático.

Talvez sea interesante hacer esta distinción, porque, en el Chile actual, se dan los “de”, de la gente con necesidades y los “por”, de los Kramer, las Laferte y todos aquellos que, sin explotar a nadie, con el propio esfuerzo y la suerte de haber desarrollado actividades con mejores remuneraciones, logran un buen pasar, pero que no dejan de advertir y denunciar, porque tienen voz, el abuso inaceptable de los que no tenían voz, hasta ahora.

Lo segundo es aceptar que, sin la violencia de saltar y patear los torniquetes, todo habría seguido siendo lo mismo, es decir, cada vez peor para la mayoría gobernada y mejor para la minoría gobernante. En el derecho penal, la sustracción hipotética del acto doloso permite saber si el resultado criminal se concreta, o no. Bien, entonces, por la violencia de los pingüinos.

Lo tercero está dicho mil veces, porque es un hecho de la realidad: la verdadera violencia nace del poderoso, la del humilde es sólo la respuesta, la legítima defensa ante la agresión. Entonces, si vamos a hablar de violencia, hablemos de violencia, de violencia reaccionaria y violencia revolucionaria, de violencia sistemática, trabajada con mano de gato y guante blanco y de violencia emocional, del estallido de violencia del que no puede más, del que no tiene otro camino porque se los fueron cerrando uno por uno, de la violencia del que viola los derechos del padre a alimentar, educar y sanar a sus hijos, y la violencia del padre que no acepta esa injusticia, de la violencia del delincuente y de la legítima defensa de la víctima.

Como tantos millones de personas, he sido lector y admirador de Albert Camus, de las vidas de Gandhi y de Mandela, y de tantas otras grandes personas, que abrieron caminos, que alimentaron esperanzas de un mundo mejor, pero que nunca vieron colmados sus sueños.  Es cierto que ellos marcaron el camino de las reivindicaciones de todo tipo, pero no podemos dejar de ver que el sistema capitalista no está para romanticismos, que el liberalismo mal entendido que desemboca en el neoliberalismo del capitalismo salvaje, que ahora conocemos en toda su expresión, está ahogando a la humanidad, literal y simbólicamente. 

Sus mecanismos son tan sutiles como efectivos, tan invisibles como indignos, sus autores tan presentes y tan elusivos a la hora de las responsabilidades y de las sanciones, que es imposible enfrentarlos en ese contexto. La gente común no tiene tiempo para estar inventando partidos políticos, sistemas de gobierno, sistemas de recaudación y asignación de impuestos, porque está ahogada con los apremios del día a día. Sólo la élite puede enviar a sus hijos a estudiar al extranjero, aunque para ello tenga que sobornar y “corregir” las pruebas de admisión… (tenía que ser un chileno, qué vergüenza, primo hermano de nuestros lanzas, reconocidos internacionalmente, sólo que usa corbata)

Llegado a este punto, no puedo sino volver la vista hacia el plebiscito aristotélico, en el que participa solamente la plebe, y en el que para participar no se necesitan títulos ni cartones ni votos ponderados, ni siquiera educación, basta con “tener necesidades”, así lo dice Aristóteles, desde la noche de los tiempos. Entonces resulta que hemos hecho el plebiscito, porque nadie desconoce que las necesidades más acuciantes son: educación, salud, pensiones, servicios básicos y trato decente. 

¿A quién corresponde dar formato constitucional-legal-reglamentario a estas necesidades? Pues al gobierno de turno, el mismo que ha creado el problema, al olmo que nunca dará peras, al gato cuidando la carnicería, "al problema de Chile, la minoría ignorante que gobierna”, según la frase puñal del profesor Maza, tan aguda es.

Como era de esperar, el gobierno, intentando desviar la atención, se enzarza en una discusión por la violencia, el saqueo, la desobediencia civil y el desorden público, como si éstos nacieran de la nada, intentando confundir el efecto con la causa, asumiendo que el responsable es el “enemigo poderoso”, cuando los registros gráficos van demostrando cada vez con mayor claridad quienes son los verdaderos causantes de esta violencia callejera. Como si no existieran registros de policías apaleando personas que simplemente caminan por la vereda, sin gritos ni pancartas, vehículos policiales, motos, zorrillos y guanacos, que persiguen a manifestantes con la clara intención de arrollarlos. 

Es ésta la discusión en la que cae, lamentablemente, un intelectual de izquierda tan valioso como el señor Warnken. No es ésta la discusión necesaria en el momento actual, entrar en ella es hacerle el juego a la camarilla gobernante, porque es dividir el movimiento popular en una izquierda pacífica, civilizada y otra violenta, incivilizada. La guinda que necesitaba el pastel.

sábado, 21 de septiembre de 2019

Es la salud un Derecho Humano?

DERECHOS DEL PACIENTE Señor director: La universidades privadas descubrieron que la salud también podía transformarse en negocio, pero han chocado con un obstáculo serio. Han tenido que abandonar el pizarrón de las clínicas privadas para luchar a brazo partido por el campo clínico docente disponible en los hospitales públicos. Esto es así porque los pacientes de las clínicas privadas tienen muy claro que no quieren ser material de estudio y práctica de los estudiantes y porque las autoridades de la Salud Pública ofrecen lo que no les pertenece: la dignidad, el pudor y el libre albedrío de los pacientes hospitalarios, que ni siquiera son informados, mucho menos consultados, respecto de su participación es esta docencia. La connivencia de las autoridades con el sector privado genera, nuevamente, ciudadanos de primera y de segunda clase. Cuando los hospitales, los médicos y el público éramos todos públicos y formábamos una gran familia, esta situación era aceptable. Ahora que los estudiantes de universidades de la élite socio-económica, perfectamente identificables por su aspecto, su vestimenta, su lenguaje y sus automóviles invaden los hospitales, se requiere una reflexión seria, valórica, que parta respetando los derechos de información y libre determinación de los pacientes en este aspecto. Bajo las premisas de: somos un país clasista, los estudiantes pagan sus estudios, los hospitales tienden a minimizarse, el sistema privado se expande sin otro control que el mercado, se obtiene una conclusión válida: los médicos formados con pacientes públicos volverán al sistema privado. Habremos logrado una ecuación perfecta desde el punto de vista del costo-beneficio, pero basada en un aprovechamiento inicuo de pacientes sin categoría de personas y en una formación médica ajena al compromiso de servicio público que todo funcionario de la salud debe tener. Antiética médica pura. En un mundo exacerbado por los nuevos paradigmas basados en el egoísmo, es bueno recordar cosas olvidadas o tal vez nunca leídas: "Que la economía no debe ser la esencia de la vida se lo han dicho a la humanidad todos sus grandes maestros, que esto no puede ser así es evidente hoy día". F. Schumacher, 1989. Como escritas ayer. Dr. HERNAN LECHUGA FARIAS Presidente de la Asociación de Funcionarios "Hospital Dr. Félix Bulnes Cerda" Santiago

sábado, 9 de marzo de 2019

...seamos serios...

"Si queremos empezar a ser un país serio, necesitamos estadistas en el gobierno. No ingenieros ni ceos ni periodistas ni actores"
Página 12

martes, 24 de julio de 2018

Expresiones desafortunadas?

La nota siguiente, publicada en Página 12 en relación a la discusión del aborto en tres causales nos permite analizar, con seriedad, lo que ha sucedido en Chile con los flamantes ministros de Salud y de Educación, dignos sucesores y discípulos de los exabruptos de Mañalich y del "pregúntenle a las vacas", de cuyo nombre no me acuerdo. Desde Freud se conocen estos lapsus linguae que no son "expresiones desafortunadas" sino expresiones del pensamiento más profundo, si es que pensamiento puede llamarse a lo que nace de las vísceras. Se agradecen textos de esta calidad literaria, culta y por sobre todo, de una humanidad intachable.

SOCIEDAD PÁGINA 12 
24 de julio de 2018
La senadora, las moscas y Serafino
Señora, hagamos de cuenta que esta es una Carta Abierta; o Mal Cerrada.
Antes que nada le aviso: nunca es demasiado tarde para aprender que en boca cerrada no entran moscas. Ni salen.
Usted es Senadora de la Nación. Nada menos. Formidable responsabilidad. El caso es que el 16 de julio del 2018 después de Cristo, en un flujo de irreparable sinceridad –sinceridad que involucra a su corazón y a su aparato cerebral–, usted soltó que el Síndrome de Down es una enfermedad. Además, incurable. En un cruce con el biólogo Alberto Kornblihtt, en segundos, usted puso en evidencia esa opinión suya; pero sobre el pucho trató de disimularla. Ya era tarde. Las moscas salieron, y entraron. 
Muchos de los que, como usted, a propósito de la despenalización del aborto defienden “las dos vidas”, la de la madre y la del feto, trataron de minimizar y cancelar su “desliz”. Señora Senadora, ¡joder con el desliz! Ocurre con frecuencia: quienes se creen dueños de las buenas costumbres son hábiles para licuar barbaries como la suya. Esta vez argumentaron, campantes y con la impunidad de siempre, que lo suyo, Senadora, no fue más que una “expresión desafortunada.” Nooo, al contrario, fue afortunada porque representa lo que tantos y tantas sienten y piensan. Expresión afortunada, además, porque con ella se descareta de cuajo a quienes proclaman que “la vida es sagrada”. Caramba o caraxus, sagrada la vida ¿de quiénes?
Senadora, demorémonos un poco más en su desliz. Por empezar carga una cuota de escandalosa torpeza. Imposible no advertir lo que nos revela, de usted y de su secta de buenudos, tan atroz opinión sobre el Síndrome de Down. Revela ignorancia, insensibilidad, y un cretinismo retrógrado que nos remonta a los tiempos de cuando andábamos en cuatro patas meta gruñidos sin necesidad de sintaxis. 
Algo debemos reconocer: su “desafortunado desliz” tiene la virtud de revelar en un santiamén hasta qué punto la hipocresía es la sustancia medular de quienes por estos días, peligrosamente, desesperados hasta la histeria, enarbolan la defensa de la vida, porque “es sagrada”. Otra vez: sagrada la vida ¿de quiénes? Se llenan la boca con la palabra “Jesús” pero imaginemos lo que le harían a un Jesús de nuestros días los gendarmes y otras fuerzas expertas en disuadir por las malas o por las malas.
No, señora Senadora, lo suyo no es un desliz: es una revelación. Todo el tiempo ustedes discriminan y desenfundan el dedito de señalar, y tildan, y xenofobian, y convierten a los pobres en sospechosos, y etcétera. A ustedes,  practicantes de la indiferencia activa, les importan un carajo los abortos posteriores, es decir, las “interrupciones de vida” después del vientre mediante el hambre, los misilazos, el analfabetismo y la analfabetización –tan sembrada por los medios de des/comunicación.
Señora Senadora, con sumo respeto le digo que usted con su desliz ofendió a la investidura de la Honorable Cámara. Y agravió a la hoy desabrigada democracia. 
(Ah, me olvidaba: la señora Senadora tiene nombre, Silvia; tiene apellido, Elías, y además “de” Pérez.)
A continuación, a modo de desagravio, deseo compartir un textito que hace algún tiempo me inspiró un niño down que, siendo linterna, anda por ahí...

Serafino mediante 
Cuando un niño nace con Síndrome de Down decimos, desde el error de la piedad o, peor, desde la necedad de la lástima, que es diferente. Él, ¿diferente de nosotros o nosotros diferentes a él?
El niño de nuestra historia se llama Felipe, pero me gusta nombrarlo con un nombre secreto: Serafino. A Serafino, a los seis meses de su nacer, le abrieron el pechito y le zurcieron el corazón trizado; que conste, con hebras de sol se lo zurcieron. Desde entonces, pleno, vive, y hay que ver cómo deletrea, cómo aprende las sílabas del mundo el vaguito… 
Serafino usina secretos preciosos:
a la vida le ve colores que nosotros no conocemos, y le escucha sonidos que tampoco. Por eso ya está a salvo de las miserias y distracciones paupérrimas de la condición humana. 
Conozcámoslo un poco más: para Serafino el 3 no es número alguno: es un clavel. Y 3333 es un clavel más otro clavel más otro y otro clavel. A ver si nos entendemos: el 3333 es un jardín que cambia de enanito todos los días impares. Enanito siempre de izquierda, por eso rojo el clavel.
¿De qué clavel estamos hablando? Es inútil, no lo podemos ver; él sí. 
Conviene enterarse, además, de que para Serafino el 5 es un niño que ahora en la vereda de enfrente cruza rápido; va en un triciclo verde, veloz espanta los charcos que dejó la lluvia de recién.
Y el 8 es la cálida imagen de su madre cuando lo amamantaba.Y el 9 es su papá con el ceño apretado cuando se levanta de dormir su rato de siesta. 
¿Y el 4? Ah, el 4 es su hermana cuando se atreve a sentarse en una sillita que es sumamente violeta. La tal silla –la silla más pequeña del mundo–, es la que Serafino usa para subirse y asomarse por cierta ventana en la que cabe un arco iris que, por ahora, late cuarenta y siete colores y trece más.
Sépase: a los semblantes de estos colores, nosotros, no los alcanzamos ni a vislumbrar. Es que estamos tan ciegos para esos colores, y tan sordos para tocarlos… Porque, hay que decirlo: Serafino sabe y siente más hondo que los adultos adulterados; sabe y siente que los colores tienen piel y hay que escucharlos con la punta de los dedos, siempre. 
(Serafino ahí va, vadeando el arcoíris.
Es de luz el pendejito.
Y la luz no tiene por qué rendirle cuentas a nadie.
¿Podríamos decir, entonces, que Serafino es un feliz?
Preguntar eso significa no haber entendido nada.
Desde antes de nacer, él sabe que la felicidad es un sufrimiento que los humanos nos inventamos sucesivamente…)
* Escritor.