viernes, 3 de octubre de 2014

Del por qué soy a-teo

Para Michel Onfray “No existe ningún término para calificar de modo positivo al que no rinde pleitesía a las quimeras fuera de esta construcción lingüística que exacerba la amputación: a-teo, pues, pero también in-fiel, a-gnóstico, des-creído, ir-religioso, in-crédulo, a-religioso, im-pío (¡el dios del ausente!) y todas las palabras que derivan de éstas: ir-religión, in-credulidad, im-piedad, etc. No hay ninguna para significar el aspecto solar, afirmativo, positivo, libre y fuerte del individuo ubicado más allá del pensamiento mágico y de las fábulas”.

Como escribe Daniel Dennett en otra obra imprescindible, Darwin’s Dangerous Idea (1995), (La peligrosa idea de Darwin, Círculo de lectores, 1999) el naturalista británico concibió una de las ideas más poderosas jamás desarrolladas por una mente humana: la evolución. Como un ácido que todo lo corroe, la evolución es capaz de explicar toda suerte de fenómenos naturales, desde la creación del universo hasta la mente humana, sin necesidad de recurrir a intervenciones divinas o a un “diseñador inteligente” encargado de poner en marcha la relojería del cosmos.The God Delusion, el polémico texto de Dawkins, utiliza la evolución darwiniana para concluir que, “casi con certeza, dios no existe”.

Fernando Vallejo no es un filósofo ni un científico, sino un ensayista literario que, apelando a la más pura tradición jacobina de América Latina, convierte al insulto en una de las bellas artes: “La puta, la gran puta, la grandísima puta, la santurrona, la simoníaca, la inquisidora, la falsificadora, la asesina, la fea, la loca, la mala; la del Santo Oficio y el Índice de Libros Prohibidos; la de las Cruzadas y la noche de San Bartolomé; la que saqueó Constantinopla y bañó de sangre Jerusalén; la que exterminó a albigenses y a los veinte mil habitantes de Beziers; la que arrasó con las culturas indígenas de América; la que quemó a Segarelli en Parma, a Juan Hus en Constanza y a Giordano Bruno en Roma; la detractora de la ciencia, la enemiga de la verdad, la adulteradora de la Historia; la perseguidora de judíos, la encendedora de hogueras, la quemadora de herejes y brujas…”.

Para Ayaan Hirsi Ali, “La única posición que me deja sin disonancias cognitivas es el ateísmo. No es un credo. La muerte es inevitable y reemplaza a la vez a las sirenas del paraíso y a las amenazas del infierno. La vida en esta tierra, con todo su misterio y su belleza y su dolor, debe ser vivida intensamente: caemos y nos levantamos, estamos tristes, confiados, inseguros, sentimos soledad y alegría y amor. No hay nada más; pero yo no quiero nada más”