martes, 17 de abril de 2012

BASURAS Y FLORES

Cuentan del rico que llamó al pobre y le regaló una caja. Al abrirla, el pobre vio que estaba llena de basura. Botó la basura, la llenó de flores y se la llevó de vuelta. El rico, sorprendido, le pregunta por qué ha hecho eso. “Porque cada cual regala lo que tiene en el corazón, por eso”
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Enciendo la radio del auto y suena música de Silvio, que disfruto porque me recuerda los años vividos en Cuba. Sorprendentemente, reconozco la voz de Fernando Villegas que se refiere al hombre nuevo que nunca llegó y a la nostalgia trasnochada de la revolución cubana. Continúa Pablo, con canciones de amor y de esperanza. Villegas despotrica contra la teoría científica de la historia, transformada en puras emociones, en añejas tradiciones familiares. Sigue Silvio encendiendo lo mejor del intelecto y del corazón. Villegas advierte que la bloguera cubana es más hermosa que Camila. Otra caja de flores y otra de basura, así, hasta que el programa termina.
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Cómo tan binario, tan básico, un sociólogo incapaz de entender que no se trata de una historieta ni de un cuento de ciencia ficción, que el hombre nuevo no es sino una tarea autoimpuesta, una utopía individual y colectiva, un encontrar, en el día a día, un trocito de ese hombre nuevo en nuestro interior.
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Cada vez que nos alegramos del triunfo ajeno, cada vez que sacrificamos algo nuestro por los demás, cada vez que lloramos por el dolor ajeno, una parte nuestra se hace mejor, más limpia, más nueva. Cuando no hay niños pidiendo limosna ni aspirando neoprén porque están todos en la escuela,  cuando se titula gratuitamente un profesional, cuando ningún anciano está abandonado, cuando la salud y la educación están aseguradas, el hombre nuevo es un ente colectivo, está  presente en  la comunidad que ha sido capaz de desatender necesidades propias para resolver las más urgentes y prioritarias.
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Esta vez ni siquiera sentí el habitual desagrado de escuchar a Villegas, sentí pena por alguien que es capaz de soportar tanta basura, tanta mierda en la arveja que debe ser su corazón. Tanta, que no puede sino vomitarla una y otra vez, disfrutando con fruición, tal parece, su sabor asqueroso. Pena por quien trata infructuosamente de buscar un cachito de felicidad fabricando la desgracia ajena, que al final no es más que el rencor de no tener la talla física, moral e intelectual de Fidel, ni el mensaje de amor, de esperanza y de solidaridad, envuelto en música, que le devuelven, una y otra vez, Silvio y Pablo.
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La antitesis, de lobo estepario que cultiva histriónicamente Villegas, sólo conduce a que "la vida del hombre sea solitaria, pobre, tosca, embrutecida y breve", en palabras de su colega Thomas Hobbes