martes, 22 de abril de 2014

Tántalo y Sísifo

Releo, con cierta dificultad, La montaña mágica, de Thomas Mann, intrigado por redescubrir el impacto que tuve en la adolescencia con su lectura. Sus personajes, ahora, me resultan extraños. Settembrini me impresiona lleno de lugares comunes, Hans demasiado infantil y los demás personajes bordeando la caricatura. Insisto, sin embargo, en la lectura de algunas páginas antes de dormir, esperando que el reencantamiento aparezca después de la página 288, pero algo rechina. Mann pone en boca de uno de sus personajes el mito de Sísifo, pero lo atribuye a Tántalo. Dejo pasar el pasaje con una duda sobrepasada por el peso intelectual de Mann  pero que finalmente me hace revisar el tema, y efectivamente, las rocas son diferentes, la de Tántalo es una lápida que lo mantiene atrapado en su encierro, la de Sísifo es la que es empujada eternamente cuesta arriba, tal como la describe Mann. Extrañamente, data de fecha contemporánea mi interés por Camus, y el Mito de Sísifo fue uno de sus escritos que releí una y otra vez, interpretándolo como una alegoría de la vida con conciencia de estarla viviendo, con las inseguridades de la juventud y tal vez con el consuelo de saber que la sensación de futilidad también había preocupado a los griegos. Una sensación de futilidad que vuelve, con demasiada frecuencia, con los baches del camino.
Mann no debió equivocarse en algo tan esencial.
O tal vez deba aplicarme. el consejo que más de alguna vez repetí a mis hijos: "Nunca hay que volver a los lugares donde se fue feliz"

lunes, 21 de abril de 2014

El verdadero origen de la violencia

En diciembre de 1997, la antropóloga y comunicadora mexicana Rossana Reguillo escribió en la revista latinoamericana Chasqui acerca de  la multidimensionalidad  de las violencias que han estallado en este último tramo hacia el tercer milenio.
Tres cuestiones se ponen en juego en el texto de Reguillo. En primer lugar, la “multidimensionalidad” de la violencia. No hay una sola causa, ni un solo tipo de victimarios. No hay una sola violencia. Hay violencias, en plural. Todas ellas son el resultado de las complejas consecuencias de la sociedad capitalista en la que vivimos. La misma que genera enormes conglomerados urbanos, facilita las condiciones para el narcotráfico, genera exclusión y, sobre todo, profundiza la brecha de la desigualdad social entre quienes mucho tienen y quienes carecen de casi todo. Hay múltiples violencias. Las que ejercen aquellos que rapiñan en la calle, pero también –y más gravemente– la de quienes estafan, mantienen trabajadores “en negro”, especulan, no pagan impuestos o participan, directa o indirectamente, de actos de corrupción. Hablar de la “inseguridad” como una única realidad para cobijar bajo un mismo título hechos muy diversos, al tiempo que se estigmatiza a algunos y se encubre a otros es, por lo menos, una falta de honestidad. Desde el periodismo, un atentado a la ética.

Aunque a algún lector le pueda sonar a discurso antiguo o pasado de moda, no hay que perder de vista que la sociedad capitalista se ha encargado de fomentar el individualismo por encima de la cooperación, el egoísmo por sobre la solidaridad. La crisis de las instituciones políticas es también el resultado del deterioro de las relaciones humanas, de pensar la política únicamente como intereses propios, mientras se desatienden las necesidades del otro. La política es genuina sólo cuando es el arte de conciliar intereses (de todos y todas) con necesidades (también de todos y todas) y con el objetivo de la dignidad apoyada en derechos. Sin dejar de mirar los efectos, los síntomas, hay que tener puestos los cinco sentidos en las causas profundas. Lo otro es hacerle el juego a quienes buscan sembrar inseguridad para acrecentar los propios réditos, sin importar las consecuencias.

Extracto de http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-244567-2014-04-21.html

El presidente de Ecuador, Rafael Correa, al agradecer el título honoris causa que le otorgó la Universidad de Barcelona, advirtió: 

“Veo con preocupación y pena que aquí se están cometiendo los mismos errores que llevaron a mi país a la crisis. La solución es un problema político, de quién manda, si las elites o las mayorías. Vencer la pobreza es el imperativo moral de la humanidad, porque por primera vez no es fruto de la escasez de recursos, sino de sistemas excluyentes.”

Notable.