martes, 22 de abril de 2014

Tántalo y Sísifo

Releo, con cierta dificultad, La montaña mágica, de Thomas Mann, intrigado por redescubrir el impacto que tuve en la adolescencia con su lectura. Sus personajes, ahora, me resultan extraños. Settembrini me impresiona lleno de lugares comunes, Hans demasiado infantil y los demás personajes bordeando la caricatura. Insisto, sin embargo, en la lectura de algunas páginas antes de dormir, esperando que el reencantamiento aparezca después de la página 288, pero algo rechina. Mann pone en boca de uno de sus personajes el mito de Sísifo, pero lo atribuye a Tántalo. Dejo pasar el pasaje con una duda sobrepasada por el peso intelectual de Mann  pero que finalmente me hace revisar el tema, y efectivamente, las rocas son diferentes, la de Tántalo es una lápida que lo mantiene atrapado en su encierro, la de Sísifo es la que es empujada eternamente cuesta arriba, tal como la describe Mann. Extrañamente, data de fecha contemporánea mi interés por Camus, y el Mito de Sísifo fue uno de sus escritos que releí una y otra vez, interpretándolo como una alegoría de la vida con conciencia de estarla viviendo, con las inseguridades de la juventud y tal vez con el consuelo de saber que la sensación de futilidad también había preocupado a los griegos. Una sensación de futilidad que vuelve, con demasiada frecuencia, con los baches del camino.
Mann no debió equivocarse en algo tan esencial.
O tal vez deba aplicarme. el consejo que más de alguna vez repetí a mis hijos: "Nunca hay que volver a los lugares donde se fue feliz"

No hay comentarios:

Publicar un comentario