Esperamos el
inicio del juicio laboral, y los abogados litigantes conversan en un rincón
buscando un acuerdo en la suma de la indemnización. En mi calidad, neutra, de
perito médico forense, escucho a uno de ellos que agita un escrito mientras
señala, displicente: "¿Qué tiene que ver
el daño estético con el desempeño laboral? Este peritaje lo hago pebre en un
minuto…"
Está
sorprendido porque ante la habitual y única referencia al daño físico, al impedimento laboral
mecánico para el cálculo de la
incapacidad, yo agrego el daño sicológico del stress postraumático y el daño
estético de las cicatrices, cuando ellos están presentes. Es posible que sea
por mi irreductible vocación pro trabajador, pero aun si así lo fuere, lo que
importa es que mi conducta está respaldada por la ley.
Cruzo los
dedos esperando que no haya acuerdo, quiero respaldar mi peritaje también con
el sentido natural de justicia, con el derecho natural, ya que el realismo
jurídico no alcanza al abogado sin mas dios que el empresario que lo contrata, y
que tan desahogadamente demuestra su insensibilidad social.
No hay
acuerdo y Oooh… sorpresa…! es una obra concesionada y el abogado está
representando al Consejo de Defensa del Estado, de lo que se desprende que alguna
fracción de centavo de su sueldo sale del bolsillo de la víctima, no hay
empresario en calidad de intermediario (porque
éste también le paga a sus abogados con el plus que da la explotación laboral)
Con tono de
excesiva extrañeza, el abogado me pregunta: “Doctor,
¿podría decirnos qué tiene que ver el daño estético con el desempeño laboral…?”
Con igual
cara de extrañeza, miro al magistrado arrugando histriónicamente el ceño y
mirando hacia arriba y a la izquierda
como buscando una respuesta a una pregunta tan insólita - no vaya a ser
que el juez sepa de fisiognomía – porque está claro que mientras más tonta es
la pregunta, más difícil es la respuesta:
“Magistrado,
el abogado parece homologar el trabajo manual con el desempeño laboral… parece
bastarle con que el trabajador pueda mover las manos… pero sucede que todos
trabajamos con nuestra inteligencia, con nuestras manos y también con nuestra
presencia…¿O no es acaso un tema de
discusión pública la discriminación laboral por el aspecto físico, claramente
arbitraria? Y para rematar, la
estocada, insoportable para un abogado: “Magistrado,
respetuosamente, el señor abogado parece estar confundido…”
Touché! El
abogado me interrumpe atropelladamente, tratando de defender sus dichos, yo
miro al juez y, sabiendo que no está preguntando nada, le digo: “ Magistrado, ahora no entiendo su pregunta…”
“No se preocupe doctor, no es una pregunta…
Señor abogado, deje eso para las observaciones a la prueba…. ¿Algo más tiene
que agregar, doctor? “
“No su Señoría”
(Pero me
faltó añadir una pregunta: ¿Quiénes de todos los aquí presentes obtuvieron
un promedio superior a seis en las notas de la enseñanza media…. como es el
caso de este trabajador…?)