domingo, 15 de septiembre de 2013

Celibatos



Celibatos. ¿Batos[1] en celo?
¿Quién medianamente informado no sabe que el origen del celibato no está sino en la protección de los bienes materiales de la Iglesia? ¿Que la iglesia ha sido, históricamente, asilo de los sádicos de la Inquisición, de los masoquistas de cilicios y ayunos, de los homosexuales-pedófilos que proliferan como hongos en la humedad, de vaticanos sibaritas y amantes de tesoros y joyas que se ríen de la pobreza de Cristo, que, a su amparo se han cometido las atrocidades más terribles (la violación de un sólo niño ya lo es). ¿Por qué  no se sabe que las monjas, las verdaderas en su celibato, tienen una mayor tasa de cáncer del aparato reproductivo? ¿Quién puede desconocer la distancia sideral entre un legionario de cristo y un padre jesuita, o entre la curia romana y la iglesia de la teología de la liberación? Para no hablar de las miles de sectas de inspiración religiosa que dotan a sus gurús de toda clase de bienes. ¿O alguien ha visto, alguna vez, a un pastor de esos bajarse de otra cosa que no sea un todoterreno 4x4?  

Me pregunto, en mi calidad de gnóstico, de alguien que quiere entender la religión desde la razón, desde el intelecto y no desde la fe, ¿cuáles son los aportes de la iglesia a la humanidad, que no sean los aportes de algunos de sus sectores que trabajan para aliviar las penurias terrenales, los mismos que podrían realizar en instituciones laicas? ¿Compensa este trabajo material el enorme daño moral producido por la iglesia, durante tantos años?

La promesa de una vida celestial, el premio que significa la humildad y la pobreza en la vida terrenal, el perdón del asesino que se confiesa (cuando confiesa en el tribunal es castigado), el tener siempre disponible la otra mejilla, no han contribuido, ciertamente, a mejorar la calidad de vida de los pobres y de los oprimidos, porque no han hecho otra cosa que deteriorarla, ¡en favor de los que también van a la iglesia a entregar una limosna a los mismos que depredan!

Tal parece que la religión debe volver adonde nació, en el interior de cada uno de los que creen, porque parece absurdo que la omnipotencia y la ubicuidad del Creador necesite de intermediarios, menos aún de esta clase, que más que mediums para acceder a la divinidad parecen capataces de las clases opresoras. 


[1] Bato: Padre. Hombre tonto, o rústico y de pocos alcances. Diccionario de la RAE