viernes, 11 de julio de 2014

Cuba forever

La revista TODOPIRQUE, en su Comentario internacional*, entrega una visión del proceso social, educacional, político y económico de Cuba en verdad incomprensible: por una parte señala que la educación es pública, gratuita y cubre todo el país, que no existe cesantía, que su sistema de salud es uno de los mejores de América Latina… y le faltó señalar  que la delincuencia no es un problema social, que no existe mendicidad, ni niños aspirando neopreno, ni ancianos olvidados y abusados en las casas de reposo   y que, a pesar de todo, los cubanos son alegres como pocos ciudadanos del mundo, con una simpatía que va más allá de sus privaciones. 

Sabemos que la salud, de acuerdo con los criterios de la OMS, depende más de las condiciones socioeconómicas  que de los sistemas de atención de salud. Estas solas consideraciones bastan para colegir que en Cuba no hay desnutrición, es decir, que están cubiertas las necesidades básicas de toda la población, lo que faltan son artículos suntuarios para sectores privilegiados, por la sencilla razón de que tales grupos no existen.

El modelo educativo cubano no es marxista, porque el marxismo nunca ha elaborado una pedagogía propia. El modelo educativo cubano es martiano, fue José Martí el creador de la pedagogía de estudio/trabajo, que ha permitido a los estudiantes cubanos un desarrollo integral, alejado de las drogas, del alcohol, amantes del deporte, porque su trabajo no es de explotación, sino formativo en la colaboración. Las Escuelas de Iniciación Deportiva, (EIDE) Musical, (EIM) Militar (Camilo Cienfuegos) y de preparación a los estudios superiores (Carlos Marx) son ejemplos a imitar  y no a descalificar  gratuitamente. Vemos los resultados  y no nos preguntamos cómo se han logrado: el entrenador de Tomás González es un cubano.

Después de la histórica polémica que mantuviera Martí  con Andrés Bello, quien propugnaba y logró consolidar en Chile un modelo de formación escolástica, despegado de la realidad, con “la letra entrando con sangre”, que en estos días demuestra finalmente sus resultados, con modelos educativos dispersos, mercantilistas, discriminadores y eternizadores de la desigualdad social, que nace de la educación segmentada según la capacidad económica familiar, es bueno tener una mirada en perspectiva, para no denostar una educación diferente, supuestamente marxista, con  una connotación peyorativa sin asidero real. 

Aun aceptando la presunción de una pedagogía marxista, tal parece que esta metodología es capaz, también, de formar médicos, enfermeras, arquitectos, ingenieros de todo tipo, escritores, poetas, educadores que, según los indicadores de la Organización Mundial de la Salud, de la Unicef, de Naciones Unidas y de otros organismos internacionales que no pueden ser acusados de marxistas, logran indicadores de excelencia en sus respectivas disciplinas.  ¿Quién de nosotros no sabe, de fuente directa, de la enorme cantidad de médicos cubanos  que se desempeña en Chile en los puestos de trabajo que los médicos chilenos no quieren ocupar?

Marx fue un filósofo, sociólogo, economista e historiador, en suma un humanista de altísimo  nivel que fue capaz, en 1848, en el Manifiesto Comunista, de describir  con una precisión absoluta el proceso de globalización en el que estamos sumidos en la actualidad. Su enorme obra intelectual  es reconocida en el mundo académico de las ciencias sociales, que puede distinguir  con facilidad su aporte teórico,  de los vaivenes  de la política contingente. Así lo aprendí en la Pontificia Universidad Católica de Chile.

Acusarlo políticamente sería equivalente a acusar a Nietzsche o a Kelsen del Holocausto judío, porque hablaron de razas puras o de la amoralidad de la ley. 

El pensamiento marxista usa la dialéctica idealista de Hegel, no teme reconocer  la excelencia  del contrario, pero pone la mirada en la realidad y no en el mundo de las ideas y solamente por ello hablamos de materialismo dialéctico. Es por eso que se dice que Marx puso de cabeza a Hegel. Poner el intelecto en función de los problemas sociales: reconocer la existencia de clases discriminadas, desmontar los mecanismos que causan la desigualdad, mostrar los caminos para que la humanidad llegue a ser realmente humanidad, no admite críticas de ninguna especie. Es la teoría que  Cuba ha aplicado, y los resultados concretos  están a la vista, lo demás son interpretaciones, prejuicios, presunciones o discriminaciones arbitrarias que habría que probar.

Hay que pensar que la población de  Cuba es similar a la nuestra, y  es impensable que  los problemas de país puedan solucionarse con barquitos de ayuda, porque el desarrollo no está en los  bienes de consumo  sino en la educación, la cultura, el desarrollo científico, la industria, el compromiso social, el respeto y el cuidado del desvalido,  que no se transporta, porque nace, crece y se desarrolla en el terruño, como lo ha hecho Cuba. 

La filosofía nuestra de la limosna, de las teletones, de los coaniquenes, de las rifas de beneficencia,  es expresión neta de la incapacidad del Estado para resolver problemas acuciantes que son de su responsabilidad, y no sirve para la exportación, menos a Cuba, donde si hay algo que se ha mantenido incólume, ha sido el orgullo por la cubanía, única explicación de su resistencia a pesar de bloqueos, descalificaciones y menosprecios que, algún día, tendrán que cesar.

No tengo por qué dudar de la buena fe del autor del comentario y se agradece su objetividad  con los datos objetivos, pero hay que reconocer que de Cuba se sabe muy poco, y mi intención no es otra que la de dar a conocer lo que aprendí  a querer, en once años vividos en esa isla maravillosa.


* Embarques de esperanza. Revista TODOPIRQUE. Año XVI. Ed. 182, Agosto 2012, p 28

PD: Naturalmente, nunca publicado.