Lo primero que debieran hacer quienes pontifican en el tema, es, como
se hacía antes, definir los términos y si no están definidos,
acordarlos.
Don Andrés Bello viene en nuestra ayuda, desde la noche de
los tiempos que tenían, por lo visto, más claridades y erudición que los
días actuales. En su artículo 21 del Código Civil (1855), señala que
"Las palabras técnicas de toda ciencia o arte se tomarán en el sentido
que le den los que profesan la misma ciencia o arte, a menos que
aparezca claramente que se han tomado en sentido diverso".
Así
los médicos, y yo fui uno de ellos, entendíamos por aborto terapéutico
la interrupción de la vida del embrión o del feto cuando su existencia
ponía en riesgo la vida de la madre, y no como una intervención dirigida
a su mortificación, sino como un efecto colateral del tratamiento
exigido por la afección de la madre. Y eso sucedía, y sigue sucediendo,
solamente en tres ocasiones: en el embarazo ectópico, habitualmente
tubario, en la eclampsia grave, caracterizada por hipertensión severa y
convulsiones y en la infección grave del huevo, es decir, en el acúmulo
de pus en la cavidad uterina.
Ninguna mente medianamente equilibrada exigiría una norma legal para
impedir la explosión de la trompa en el embarazo tubario, para extirpar
la placenta cuyas secreciones generan hipertensión maligna en la
eclampsia o para vaciar el abceso uterino en la infección del huevo, y de hecho se hizo y se hace sin que hasta el momento haya habido médicos encarcelados por ello.
No
existe razón alguna, por lo tanto, para legislar al respecto, y si se
legisla, deberán utilizarse los términos adecuados, al viejo estilo de
don Andrés. Si el tema son los abortos por violación, o el embarazo
adolescente, o infantil, o la multiparidad en la pobreza, o los
embarazos de las monjas, o el embarazo con el vecino demasiado blanco o
demasiado negro, o la viabilidad del producto de la concepción, en
ocasiones una masa informe de células que "late", único requisito que un
distinguido parlamentario exige para protegerlo aunque sea una mola
hidatidiforme, que de humano sólo tiene su origen, o un bebé
descerebrado (que hay que descontinuar porque puede llegar a ser
parlamentario), entonces no se hable más de aborto terapéutico.
La
otra mirada es legal. Los defensores de la vida desde el Parlamento
deberían recordar que la jerarquía de las leyes no solamente se
establece por los quorum necesarios para aprobarlas, sino que también
los artículos constitucionales se ordenan de mayor a menor jerarquía,
elemento de trabajo útil para interpretar las preponderancias
respectivas.
Así, el
primer sustantivo del primer artículo de la primera ley de la República,
la Constitución, es PERSONA, y en su inciso cuarto establece que el
Estado está al servicio de la PERSONA, y el feto o el embrión no son
personas, porque están pendiendo del cumplimiento de una
condición: nacer vivo, la más riesgosa de las eventualidades en la vida
de los seres vivos intrauterinos, tanto que es más probable morir que
nacer, alguien ha dicho con razón que somos los sobrevivientes del
parto. Y el asesino del 80% de los productos incipientes de la
concepción es... la selección natural o el tata Dios, según sea el
enfoque, científico causalista o teológico finalista, porque alguien
tiene que hacerse cargo de esos millones de abortos realmente
terapéuticos del embrión malformado, que se producen diariamente y que
el organismo de la madre expulsa sin preguntarle a nadie y sin necesidad
de discusión parlamentaria.
Los que rasgan vestiduras
por el huevo recién fertilizado basan su defensa en una frase escueta,
del artículo 19: "La ley protege la vida del que está por nacer", una
especie de acertijo que hay que resolver, aunque el sentido común diría
que estar por nacer debería corresponder a un feto de cinco o seis meses
que puede sobrevivir con ayuda médica intensiva, de ser expulsado de la
matriz, pero difícilmente decimos que está por llegar el que está
preparando viaje para dentro de nueve meses. Si don Andrés hubiera
redactado el artículo, y hubiera dicho,por ejemplo, el producto de la
concepción, nada de esto estaría sucediendo.
En
resumen, ante la disyuntiva de sacrificar una PERSONA que existe, que
forma parte de una familia, que tiene obligaciones, que atiende a otros
hijos, que ha creado afectos, por la de un ser vivo que no es aún
PERSONA, no es realmente una disyuntiva, es lo que es en la actualidad,
una forma inicua de utilizar un tema con fines electorales, que como
dijo el padre Goic, atinado como siempre, es un desatino.
miércoles, 23 de mayo de 2012
La vida de los volantines
Volantines…Algunos se
quedan en el cielo, llevándose las cartas y haciendo despedidas de pañuelo.
Otros, desgarrados
por espinas, en el aire desguazados o estrellados en el suelo, sólo
cumplen su destino,
de muerte, cruz
y madero, que son parte de su
esencia, que están dentro de su juego.
Volantines …Rugidores de chupete o pechugas sugerentes, aún la tímida ñeclita, encumbrada y
temblorosa, desde el aire me saludan.
El pavo, lento y solemne, al cielo lleva colores; el
choncho, pariente pobre, al cielo lleva
noticias.
Algunos van desviados…
de aros y con colita. Torpe, enjuta la cometa, ¡si parece
institutriz!
El bizcocho?... vistoso… y equilibrado, ¡si
parece un arlequín!
Desequilibrado?... ¡el chileno!: con el hilo bien curado, con su azul… contaminado, con su estrella… solitaria, con su
nieve… intervenida, y la sangre...? va corriendo del volantin, a su ancho,
desaguando en las cunetas, impregnándose en la tierra,
de izquierda por la derecha, de cordillera a mar,
como quieras, es el
volantin espejo de
la historia verdadera
Arriba están Pascua Lama y los efedieciséis, nunca lo
olvides.
Abajo, el mar y los peces que nos comen y alimentan,
soldados y pescadores.
Al centro y arrodillado… un niño triste… me mira.
Luego mira al cielo y llora
Por su azul contaminado, Por su
nieve intervenida
Por su estrella
solitaria, por su sangre derramada
…por su volantin, perdido
(Antonio, Pablo y Mario, gracias)
Vuelvoalsur, 2006
domingo, 20 de mayo de 2012
El árbol de la Constitución
El enorme
aporte conceptual, e icónico, de la pirámide de Kelsen, ha
sufrido críticas e interpretaciones que tienden a desdibujarla. ¿Cómo es eso
que la norma fundamental, la constitución, siendo el gran paraguas del resto de
la normativa, se vea transformada en un
punto, que carece de extensión? ¿Cómo es
que la norma fundamental se alimenta de una especie de nube difusa, celestial, que
es la norma hipotética fundamental? ¿Cómo
es que coexisten, en esa nube cuestiones materiales, valóricas supremas, codeándose con normas internacionales de
derechos humanos, variables y en
discusión?
No es
menor el que esas imágenes nos recuerden
al ojo del Gran hermano, desde la cumbre de la pirámide masónica, un ícono
perfecto del paradigma del dominio del
derecho, que en estos días parece poner
en su verdadera y escasa dimensión los
del iuspositivismo en su estrechez y del
iusnaturalismo en su utopía.
Invertir la
pirámide parecía ser una solución, al
otorgarle a la constitución la máxima extensión, sólo que eso trae dos problemas aparejados en
este intento de graficar conceptos:
el primero, que la pirámide invertida es el máximo ejemplo de inestabilidad de los cuerpos inmóviles, y así
lo enseñan las artes marciales orientales, cuya sabiduría filosófica no puede
ser puesta en duda, y la segunda, que la nube conceptual, que sigue estando en
el cielo, podría aumentar su inestabilidad al poner el acento en distintas
materias, o gráficamente, en distintos lugares de la nube.
Y vale la pena recordar que la nube la agregó Kelsen en su exilio, para impedir que otro Führer decretara en el futuro el genocidio de acuerdo a la Constitución, y que, en consecuencia, es un parche ideológico nacido de la cruda realidad y no de la idílica abstracción de la pirámide.
Y vale la pena recordar que la nube la agregó Kelsen en su exilio, para impedir que otro Führer decretara en el futuro el genocidio de acuerdo a la Constitución, y que, en consecuencia, es un parche ideológico nacido de la cruda realidad y no de la idílica abstracción de la pirámide.
Por eso, el
papel de la constitución, una especie de vía única que une y relaciona los
valores supremos con las conductas diarias, se parece más al tronco de un árbol, que,
enraizado firmemente en el suelo, recoge de él la savia conceptual que hace
llegar a los distintos niveles de su ramaje, que la materializan en los frutos, o en las leyes, para el beneficio de las personas.
Y cualquier ingeniero agrónomo, es más, cualquier campesino, sabe que un pino o un álamo no resisten la tormenta que si resiste una araucaria o una lenga o un alerce, y la explicación queda a la vista cuando el árbol cae: los árboles nativos tienen raíces profundas, los árboles extranjeros tienen raíces superficiales. Y saben también ambos el perjuicio que generan los pinos, que hacen infértil la tierra en la que se plantan, pero que producen enormes réditos a quienes los explotan, ambos efectos deletéreos para el ciudadano común.
Y cualquier ingeniero agrónomo, es más, cualquier campesino, sabe que un pino o un álamo no resisten la tormenta que si resiste una araucaria o una lenga o un alerce, y la explicación queda a la vista cuando el árbol cae: los árboles nativos tienen raíces profundas, los árboles extranjeros tienen raíces superficiales. Y saben también ambos el perjuicio que generan los pinos, que hacen infértil la tierra en la que se plantan, pero que producen enormes réditos a quienes los explotan, ambos efectos deletéreos para el ciudadano común.
La sabia
naturaleza parece advertirnos de la inconveniencia de importar árboles y constituciones
extranjeras bajo el pretexto de la
economía y del derecho comparado, si no se tienen en consideración las
características del terreno y del clima, ni las idiosincrasias de los pueblos.
Pero, tal
parece que nuestra teoría ya necesita críticas e interpretaciones, pero que en
este caso no la desdibujan, sino que le
entregan nuevas posibilidades de iconografía
conceptual (una redundancia porque el lenguaje iconográfico es conceptual,
ideográfico, en contraposición al lenguaje nomotético, analítico, propio de la
ciencia: un carácter chino es ideográfico, una letra es nomotética, creo yo)
La
corrección consiste en que, así como el árbol de la vida, la Thuja occidentalis se puede convertir en
arbusto si se poda para impedir su
crecimiento, la vid, un arbusto o planta rastrera, se puede transformar en
árbol si se cuida mediante tutores, que la elevan por sobre nuestras cabezas.
Que mejor ejemplo de una planta que requiere de nuestros cuidados para ofrecer sus frutos, que pueden servir de alimento, relajación, inspiración o borrachera,
eso, a nuestra elección. Como las leyes, que alimentan, relajan, inspiran o producen borrachera de poder.
Y la vid
tiene otra aptitud que parece ser única, la de absorber del terreno donde
enraíza, los colores, sabores y olores de árboles y arbustos frutales en su
vecindad, de allí los toques frutales que los inexpertos solamente podemos leer
en las etiquetas del vino, pero que los iniciados disfrutan en plenitud. A eso
podría llamársele derecho comparado, porque nutre nuestro árbol constitucional con
nuevos sabores, sin invadirlo.
¡Salud!
¡Salud!
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