miércoles, 23 de mayo de 2012

El aborto terapéutico no se puede prohibir...

Lo primero que debieran hacer quienes pontifican en el tema, es, como se hacía antes, definir los términos y si no están definidos, acordarlos.

Don Andrés Bello viene en nuestra ayuda, desde la noche de los tiempos que tenían, por lo visto, más claridades y erudición que los días actuales. En su artículo 21 del Código Civil (1855), señala que "Las palabras técnicas de toda ciencia o arte se tomarán en el sentido que le den los que profesan la misma ciencia o arte, a menos que aparezca claramente que se han tomado en sentido diverso".

Así los médicos, y yo fui uno de ellos, entendíamos por aborto terapéutico la interrupción de la vida del embrión o del feto cuando su existencia ponía en riesgo la vida de la madre, y no como una intervención dirigida a su mortificación, sino como un efecto colateral del tratamiento exigido por la afección de la madre. Y eso sucedía, y sigue sucediendo, solamente en tres ocasiones: en el embarazo ectópico, habitualmente tubario, en la eclampsia grave, caracterizada por hipertensión severa y convulsiones y en la infección grave del huevo, es decir, en el acúmulo de pus en la cavidad uterina.

Ninguna mente medianamente equilibrada exigiría una norma legal para impedir la explosión de la trompa en el embarazo tubario, para extirpar la placenta cuyas secreciones generan hipertensión maligna en la eclampsia o para vaciar el abceso uterino en la infección del huevo, y de hecho se hizo y se hace sin que hasta el momento haya habido médicos encarcelados por ello.

No existe razón alguna, por lo tanto, para legislar al respecto, y si se legisla, deberán utilizarse los términos adecuados, al viejo estilo de don Andrés. Si el tema son los abortos por violación, o el embarazo adolescente, o infantil, o la multiparidad en la pobreza, o los embarazos de las monjas, o el embarazo con el vecino demasiado blanco o demasiado negro, o la viabilidad del producto de la concepción, en ocasiones una masa informe de células que "late", único requisito que un distinguido parlamentario exige para protegerlo aunque sea una mola hidatidiforme, que de humano sólo tiene su origen, o un bebé descerebrado (que hay que descontinuar porque puede llegar a ser parlamentario), entonces no se hable más de aborto terapéutico.

La otra mirada es legal. Los defensores de la vida desde el Parlamento deberían recordar que la jerarquía de las leyes no solamente se establece por los quorum necesarios para aprobarlas, sino que también los artículos constitucionales se ordenan de mayor a menor jerarquía, elemento de trabajo útil para interpretar las preponderancias respectivas.

Así, el primer sustantivo del primer artículo de la primera ley de la República, la Constitución, es PERSONA, y en su inciso cuarto establece que el Estado está al servicio de la PERSONA, y el feto o el embrión no son personas, porque están pendiendo del cumplimiento de una condición: nacer vivo, la más riesgosa de las eventualidades en la vida de los seres vivos intrauterinos, tanto que es más probable morir que nacer, alguien ha dicho con razón que somos los sobrevivientes del parto. Y el asesino del 80% de los productos incipientes de la concepción es... la selección natural o el tata Dios, según sea el enfoque, científico causalista o teológico finalista, porque alguien tiene que hacerse cargo de esos millones de abortos realmente terapéuticos del embrión malformado, que se producen diariamente y que el organismo de la madre expulsa sin preguntarle a nadie y sin necesidad de discusión parlamentaria.

Los que rasgan vestiduras por el huevo recién fertilizado basan su defensa en una frase escueta, del artículo 19: "La ley protege la vida del que está por nacer", una especie de acertijo que hay que resolver, aunque el sentido común diría que estar por nacer debería corresponder a un feto de cinco o seis meses que puede sobrevivir con ayuda médica intensiva, de ser expulsado de la matriz, pero difícilmente decimos que está por llegar el que está preparando viaje para dentro de nueve meses. Si don Andrés hubiera redactado el artículo, y hubiera dicho,por ejemplo, el producto de la concepción, nada de esto estaría sucediendo.

En resumen, ante la disyuntiva de sacrificar una PERSONA que existe, que forma parte de una familia, que tiene obligaciones, que atiende a otros hijos, que ha creado afectos, por la de un ser vivo que no es aún PERSONA, no es realmente una disyuntiva, es lo que es en la actualidad, una forma inicua de utilizar un tema con fines electorales, que como dijo el padre Goic, atinado como siempre, es un desatino.

La vida de los volantines



Volantines…Algunos  se quedan en el cielo, llevándose las cartas y haciendo despedidas de pañuelo.
Otros, desgarrados  por espinas, en el aire desguazados o estrellados en el suelo, sólo cumplen su destino,
de muerte,  cruz y madero,  que son parte de su esencia,  que están dentro de su juego.

Volantines …Rugidores de chupete o pechugas sugerentes,  aún la tímida ñeclita, encumbrada y temblorosa, desde el aire me saludan.
El pavo, lento y solemne, al cielo lleva colores; el choncho,  pariente pobre, al cielo lleva noticias.

Algunos van desviados…  de aros y  con  colita. Torpe, enjuta la cometa, ¡si parece institutriz!

El bizcocho?... vistoso… y equilibrado, ¡si parece un arlequín!
Desequilibrado?...  ¡el chileno!:  con el hilo bien curado, con su azul… contaminado, con su estrella… solitaria, con su nieve… intervenida,  y la sangre...?  va corriendo del  volantin, a su ancho,
desaguando en las cunetas, impregnándose en la tierra, de izquierda por la derecha, de cordillera a mar,
como quieras, es el  volantin  espejo de la historia verdadera

Arriba están Pascua Lama y los efedieciséis, nunca lo olvides.
Abajo, el mar y los peces que nos comen y alimentan, soldados y pescadores.
Al centro y arrodillado…  un niño triste… me mira.
Luego mira al cielo y llora
Por su azul contaminado, Por su nieve intervenida
Por  su  estrella  solitaria,  por su sangre derramada
…por su volantin,  perdido
                                                                                                                 (Antonio, Pablo y Mario, gracias)
                                                                                                                                           Vuelvoalsur, 2006

domingo, 20 de mayo de 2012

El árbol de la Constitución


El enorme aporte conceptual, e icónico, de la pirámide de Kelsen, ha sufrido críticas e interpretaciones que tienden a desdibujarla. ¿Cómo es eso que la norma fundamental, la constitución, siendo el gran paraguas del resto de la normativa, se vea transformada  en un punto,  que carece de extensión? ¿Cómo es que la norma fundamental se alimenta de una especie de nube difusa, celestial, que es la norma  hipotética fundamental? ¿Cómo es que coexisten, en esa nube cuestiones materiales, valóricas supremas,  codeándose con normas internacionales de derechos humanos, variables  y en discusión? 

No es menor  el que esas imágenes nos recuerden al ojo del Gran hermano, desde la cumbre de la pirámide masónica, un ícono perfecto del paradigma del  dominio del derecho, que en estos días  parece poner en su verdadera  y escasa dimensión los del iuspositivismo en su estrechez  y del iusnaturalismo  en su utopía.

Invertir la pirámide parecía  ser una solución, al otorgarle a la constitución la máxima extensión, sólo que  eso trae dos problemas aparejados  en este intento de graficar  conceptos: el primero, que la pirámide invertida es el máximo ejemplo de  inestabilidad de los cuerpos inmóviles, y así lo enseñan las artes marciales orientales, cuya sabiduría filosófica no puede ser puesta en duda, y la segunda, que la nube conceptual, que sigue estando en el cielo, podría aumentar su inestabilidad al poner el acento en distintas materias, o gráficamente, en distintos lugares de la nube.

Y vale la pena recordar que la nube la agregó Kelsen en su exilio, para impedir que otro Führer decretara en el futuro el genocidio de acuerdo a la Constitución, y que, en consecuencia, es un parche ideológico nacido de la cruda realidad y no de la idílica abstracción de la pirámide. 

Por eso, el papel de la constitución, una especie de vía única que une y relaciona los valores supremos con las conductas diarias, se parece más al tronco de un árbol, que, enraizado firmemente en el suelo, recoge de él la savia conceptual que hace llegar a los distintos niveles de su ramaje, que la materializan en los frutos, o en las leyes, para el beneficio de las personas.

Y cualquier ingeniero agrónomo, es más, cualquier campesino,  sabe que un pino o un álamo no resisten la tormenta  que si resiste una araucaria o una lenga o un alerce, y la explicación queda a la vista cuando el árbol cae: los árboles nativos tienen raíces profundas, los árboles  extranjeros  tienen raíces superficiales. Y  saben también ambos el perjuicio que generan los pinos, que hacen  infértil la tierra en la que se plantan, pero que producen enormes réditos a quienes los explotan, ambos efectos  deletéreos  para el ciudadano común.

La sabia naturaleza parece advertirnos de la inconveniencia de importar árboles y constituciones  extranjeras bajo el pretexto de la economía y del derecho comparado, si no se tienen en consideración las características del terreno y del clima, ni las  idiosincrasias de los pueblos.

Pero, tal parece que nuestra teoría ya necesita críticas e interpretaciones, pero que en este caso no la desdibujan, sino que  le entregan nuevas posibilidades de iconografía conceptual (una redundancia porque el lenguaje iconográfico es conceptual, ideográfico, en contraposición al lenguaje nomotético, analítico, propio de la ciencia: un carácter chino es ideográfico, una letra es nomotética, creo yo)

La corrección consiste en que, así como el árbol de la vida, la Thuja occidentalis se puede convertir en arbusto si se poda   para impedir su crecimiento, la vid, un arbusto o planta rastrera, se puede transformar en árbol si se cuida mediante tutores, que la elevan por sobre nuestras cabezas. Que mejor ejemplo de una planta que requiere de nuestros cuidados para  ofrecer sus frutos, que pueden servir  de alimento, relajación, inspiración o borrachera, eso, a nuestra elección. Como las leyes, que alimentan, relajan, inspiran o producen borrachera de poder.

Y la vid tiene otra aptitud que parece ser única, la de absorber del terreno donde enraíza, los colores, sabores y olores de árboles y arbustos frutales en su vecindad, de allí los toques frutales que los inexpertos solamente podemos leer en las etiquetas del vino, pero que los iniciados disfrutan en plenitud. A eso podría llamársele  derecho comparado, porque nutre nuestro árbol constitucional con nuevos sabores, sin invadirlo.

¡Salud!