El enorme
aporte conceptual, e icónico, de la pirámide de Kelsen, ha
sufrido críticas e interpretaciones que tienden a desdibujarla. ¿Cómo es eso
que la norma fundamental, la constitución, siendo el gran paraguas del resto de
la normativa, se vea transformada en un
punto, que carece de extensión? ¿Cómo es
que la norma fundamental se alimenta de una especie de nube difusa, celestial, que
es la norma hipotética fundamental? ¿Cómo
es que coexisten, en esa nube cuestiones materiales, valóricas supremas, codeándose con normas internacionales de
derechos humanos, variables y en
discusión?
No es
menor el que esas imágenes nos recuerden
al ojo del Gran hermano, desde la cumbre de la pirámide masónica, un ícono
perfecto del paradigma del dominio del
derecho, que en estos días parece poner
en su verdadera y escasa dimensión los
del iuspositivismo en su estrechez y del
iusnaturalismo en su utopía.
Invertir la
pirámide parecía ser una solución, al
otorgarle a la constitución la máxima extensión, sólo que eso trae dos problemas aparejados en
este intento de graficar conceptos:
el primero, que la pirámide invertida es el máximo ejemplo de inestabilidad de los cuerpos inmóviles, y así
lo enseñan las artes marciales orientales, cuya sabiduría filosófica no puede
ser puesta en duda, y la segunda, que la nube conceptual, que sigue estando en
el cielo, podría aumentar su inestabilidad al poner el acento en distintas
materias, o gráficamente, en distintos lugares de la nube.
Y vale la pena recordar que la nube la agregó Kelsen en su exilio, para impedir que otro Führer decretara en el futuro el genocidio de acuerdo a la Constitución, y que, en consecuencia, es un parche ideológico nacido de la cruda realidad y no de la idílica abstracción de la pirámide.
Y vale la pena recordar que la nube la agregó Kelsen en su exilio, para impedir que otro Führer decretara en el futuro el genocidio de acuerdo a la Constitución, y que, en consecuencia, es un parche ideológico nacido de la cruda realidad y no de la idílica abstracción de la pirámide.
Por eso, el
papel de la constitución, una especie de vía única que une y relaciona los
valores supremos con las conductas diarias, se parece más al tronco de un árbol, que,
enraizado firmemente en el suelo, recoge de él la savia conceptual que hace
llegar a los distintos niveles de su ramaje, que la materializan en los frutos, o en las leyes, para el beneficio de las personas.
Y cualquier ingeniero agrónomo, es más, cualquier campesino, sabe que un pino o un álamo no resisten la tormenta que si resiste una araucaria o una lenga o un alerce, y la explicación queda a la vista cuando el árbol cae: los árboles nativos tienen raíces profundas, los árboles extranjeros tienen raíces superficiales. Y saben también ambos el perjuicio que generan los pinos, que hacen infértil la tierra en la que se plantan, pero que producen enormes réditos a quienes los explotan, ambos efectos deletéreos para el ciudadano común.
Y cualquier ingeniero agrónomo, es más, cualquier campesino, sabe que un pino o un álamo no resisten la tormenta que si resiste una araucaria o una lenga o un alerce, y la explicación queda a la vista cuando el árbol cae: los árboles nativos tienen raíces profundas, los árboles extranjeros tienen raíces superficiales. Y saben también ambos el perjuicio que generan los pinos, que hacen infértil la tierra en la que se plantan, pero que producen enormes réditos a quienes los explotan, ambos efectos deletéreos para el ciudadano común.
La sabia
naturaleza parece advertirnos de la inconveniencia de importar árboles y constituciones
extranjeras bajo el pretexto de la
economía y del derecho comparado, si no se tienen en consideración las
características del terreno y del clima, ni las idiosincrasias de los pueblos.
Pero, tal
parece que nuestra teoría ya necesita críticas e interpretaciones, pero que en
este caso no la desdibujan, sino que le
entregan nuevas posibilidades de iconografía
conceptual (una redundancia porque el lenguaje iconográfico es conceptual,
ideográfico, en contraposición al lenguaje nomotético, analítico, propio de la
ciencia: un carácter chino es ideográfico, una letra es nomotética, creo yo)
La
corrección consiste en que, así como el árbol de la vida, la Thuja occidentalis se puede convertir en
arbusto si se poda para impedir su
crecimiento, la vid, un arbusto o planta rastrera, se puede transformar en
árbol si se cuida mediante tutores, que la elevan por sobre nuestras cabezas.
Que mejor ejemplo de una planta que requiere de nuestros cuidados para ofrecer sus frutos, que pueden servir de alimento, relajación, inspiración o borrachera,
eso, a nuestra elección. Como las leyes, que alimentan, relajan, inspiran o producen borrachera de poder.
Y la vid
tiene otra aptitud que parece ser única, la de absorber del terreno donde
enraíza, los colores, sabores y olores de árboles y arbustos frutales en su
vecindad, de allí los toques frutales que los inexpertos solamente podemos leer
en las etiquetas del vino, pero que los iniciados disfrutan en plenitud. A eso
podría llamársele derecho comparado, porque nutre nuestro árbol constitucional con
nuevos sabores, sin invadirlo.
¡Salud!
¡Salud!
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