Quedarse pegado bajo la ducha caliente no es por agrado, es por terror... a los treinta segundos que siguen, enfrentando el mundo solos, desnudos, mojados y con frío... como cuando se sale del vientre materno... como si el chorro de agua caliente fuera el cordón umbilical que nos unía al mundo... como buzos o astronautas que sólo quieren volver a la nave, y de la nave, a tierra firme.