miércoles, 25 de diciembre de 2013

El Código Penal y una "cierta enciclopedia china"

En “Las palabras y las cosas”, Michel  Foucault  cita a Jorge Luis Borges cuando éste, a su vez, cita “cierta enciclopedia china”, donde está  escrito que:  los animales se dividen en a) pertenecientes al Emperador, b) amaestrados, c) embalsamados, d) lechones, e) sirenas, f) fabulosos, g) perros sueltos, h) incluidos en esta clasificación, i) que se agitan como locos, j) innumerables, k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, l) etcétera, m) que acaban de romper el jarrón, n) que de lejos parecen moscas.

Descontadas las contradicciones  irreductibles entre el  todo y la parte de los animales h), del carácter de innumerable de todos los animales si una clase de ellos lo es, de los j) y de los animales  etcétera de la l), que no aparecen al final sino en el lugar antepenúltimo, (un recurso estilístico de Borges que nos dice que la cosa no es tan fácil como parece),  se distinguen catorce criterios que “ordenan”  la clasificación.

Inicio mi clase de Investigación Científica Criminal con este ejercicio de taxonomía, tan necesaria cuando nos vemos obligados a profundizar en la realidad  atravesando  la cáscara de las cosas que esconde su esencia, a trabajar con la eterna antinomia del  ser y del parecer, de la esencia  y del fenómeno, doblemente dificultada por nuestro adversario, el autor del delito que hace lo imposible por encubrirlo, por borrar las huellas, rastros e indicios que nos permitirían llegar a él. Pero, si  el cuatrero que amarra un rastrojo a la cola de su caballo cuando huye del  lugar de la fechoría, usa  un recurso tan bruto como la mentalidad del investigador que no logra cambiar las huellas de la herradura por las del rastrojo, nosotros debemos poder, porque esas huellas "alternativas" nos llevarán al mismo lugar. 

De eso se trata, de saber distinguir como hace Alfredo Zitarrosa, cuando asevera que "una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa", porque esa distinción es  la que nos orienta en la dirección correcta.

Después de la infaltable risa del auditorio ante esta desopilante clasificación, la misma que sacude a Foucault leyendo a Borges, entramos en materia. Con la certeza de saber que ninguno de  estos dos  pensadores  es lo que podría llamarse un payaso que hable tonterías de risa fácil, se hace necesario entender el verdadero mensaje. Y lo hacemos revisando los artículos del Código Penal que nos  permiten clasificar las lesiones en leves, de mediana  gravedad  y graves, los conocidísimos 397, 398, 399, 400, 401, 402, 403, 403 bis  y 494, sin olvidar que el objetivo del Código es, finalmente, la determinación de la pena.

La primera tarea es la identificación de los criterios, porque, al  decir de Foucault: “…no existe, ni aun para la más ingenua de las experiencias, ninguna semejanza, ninguna distinción que no sea resultado de una operación precisa y de la aplicación de un criterio previo”

Constatamos que los criterios son:  a) la demencia, b) la inutilidad para el trabajo, c) la impotencia, d) el impedimento de un miembro importante, e) la notoria deformidad, f) la evolución  de  treinta días,  g) la administración a sabiendas de sustancias nocivas,  h) el abuso de credibilidad, i) el abuso de flaqueza de espíritu, j) la víctima cónyuge, k) la víctima conviviente, l) la relación de parentesco por consanguinidad o afinidad, m) entre padres de un hijo común, n) la víctima menor  de edad, o) la víctima adulto mayor, p) la víctima discapacitada, q) la víctima dependiente,  r) el premio o recompensa remuneratoria, s) el uso de veneno, t) el ensañamiento, u) la víctima guardador,  v) la víctima sacerdote, w) la víctima maestro, x) la víctima constituida en autoridad o autoridad pública, y) en riña o pelea en que no conste el autor, z) el uso de armas en riña, aa) el envío de cartas o encomiendas explosivas, ab) la calidad de las personas, ac) las circunstancias del hecho, ad) el concepto del  tribunal.

Si quisiéramos  distribuir estos criterios en categorías, veríamos que corresponden: al daño producido; al trascurso del tiempo; a la calidad de la víctima; a la relación de parentesco; a circunstancia agravantes; al mecanismo de lesión; a las circunstancias del hecho.  

La comparación con la “cierta enciclopedia china”, tan propia del imaginario de Borges, permite constatar que ésta, con las excepciones  ya señaladas, utiliza criterios acotados, fácilmente reconocibles, lo que no sucede con nuestro código que, además de utilizar criterios dobles que aumentan el catálogo,  no señala, por ejemplo,  cuáles miembros son importantes y cuales no lo son, cuándo una deformidad es notoria y cuando no lo es, que se entiende  por calidad de las personas y circunstancias del hecho…

Concluye Foucault: “Este texto de Borges me ha hecho reír durante mucho tiempo, no sin un malestar cierto y difícil de vencer. Quizá  porque entre sus surcos nació la sospecha de que hay un desorden peor  que el de lo incongruente y el acercamiento de lo que no se conviene, sería el desorden que hace centellear los fragmentos de un gran número de posibles órdenes en la dimensión, sin ley ni geometría…”


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