Mis manos, que un día descubrí que no eran mías,
tendré que devolverlas, ajadas por el uso, pero sabias en caricias, en guitarra
y cirugías. Sólo un par de puñetazos, que dejaron cicatrices, están en su
prontuario. Me ayudaron a vivir, que duda cabe, y me apena tener que
abandonarlas. Sólo espero, que aún desmenuzadas y mezcladas con la tierra,
guarden la memoria del tiempo compartido.
La única foto que publicó El Mercurio, de mi dilatado desempeño de dirigente de base del Colegio Médico y de la Federación Nacional de Trabajadores de la Salud
No hay comentarios:
Publicar un comentario