sábado, 23 de abril de 2016

Cuentos de la vida real 1


Carta al padre que me agredió.

            Cuando llegaste con tu hijo que se había caído desde el segundo piso, con seguridad no sabías que era yo el único cirujano infantil disponible en ese momento para el casi medio millón de  niños del área poniente potencialmente necesitados de atención quirúrgica  de urgencia  ni tu niño  uno más, de los más de cien, que atendimos ese día. No sabías que en estos días hemos trabajado desde las 8 de la mañana hasta las 5 del día siguiente, sin descanso, tragando, no almorzando, a las 22 horas, sirviendo nosotros mismos la mesa y lavando los platos porque no hay personal para eso. Ese día no había traumatólogo, pero en tu atropellamiento no leíste el cartel que lo informaba. 

No te importó que yo estuviera atendiendo a un niño, igual que el tuyo, pero que estaba sangrando. No te diste cuenta que yo, viendo a tu niño con los ojos abiertos, llorando y moviéndose normalmente, supe que tenía el máximo de quince puntos de la escala de Glasgow, es decir, que no tenía compromiso cerebral, por lo menos en ese momento. No tenías por qué saberlo, porque no eres médico, y no era el momento ni estabas en disposición de escucharme, pero deberías, por lo menos haber respetado al profesional  que se haría cargo de tu hijo y al niño que  atendía. 

            No me extraña que no supieras nada de nada:  no te he visto ni en el Cabildo ni en el Plebiscito del año pasado, ni en el Cabildo reciente, ni en ninguna de las actividades de apoyo al Hospital, pero no me cabe duda alguna que miras televisión y sabes lo que pasa en este Hospital. El  sábado del Cabildo hacía frío, pero unas 400 personas se levantaron temprano y fueron a enfriarse los pies, preocupadas por tu hijo. Claro que no fueron suficientes porque faltaste tú  y unos cuantos miles que no creen en la solidaridad, hasta que la necesitan, los mismos que cuando obtienen esta solidaridad se sobregiran, porque no han depositado nada en la cuenta. Tú,  a esas horas, seguramente dormías o jugabas con él.  Tu  problema es que  miras desde afuera, de manera egoísta,¡ total !, son otros los que tienen problemas, no tú. Pero ahora, el que está en problemas eres tú. Ahora eres parte de la comunidad.

            Espero que tu niño salga bien de su accidente, porque en eso sí que coincidimos de manera absoluta. Que no haya sido en vano nuestra atención, la radiología, el traslado al Instituto de Neurocirugía, el scanner, su hospitalización y su tratamiento, que, como te habrás dado cuenta, sólo requirió observación y reposo. Pero sí espero que hayas madurado después de todo  esto, que nunca más valores a tu hijo más que al hijo del vecino, que te hayas vuelto un poco más solidario, un poco más preocupado por los demás, porque en el fondo y si lo miras bien, es preocuparte por  ti  y por los tuyos. Si hasta las ballenas se turnan para mantener al ballenato a flote para que pueda respirar ¿ por qué no podemos hacerlo nosotros ?  
     
            Que el dolor de tu hijo, tu prepotencia  inadecuada y mi profundo malestar y por qué no decirlo, mi profundo desaliento, no hayan sido en vano.

Dr. Hernán Eusebio Lechuga Farías.

            

No hay comentarios:

Publicar un comentario