Carta al padre
que me agredió.
Cuando llegaste con tu hijo que se
había caído desde el segundo piso, con seguridad no sabías que era yo el único
cirujano infantil disponible en ese momento para el casi medio millón de niños del área poniente potencialmente
necesitados de atención quirúrgica de
urgencia ni tu niño uno más, de los más de cien, que atendimos
ese día. No sabías que en estos días hemos trabajado desde las 8 de la mañana
hasta las 5 del día siguiente, sin descanso, tragando, no almorzando, a las 22
horas, sirviendo nosotros mismos la mesa y lavando los platos porque no hay
personal para eso. Ese día no había traumatólogo, pero en tu atropellamiento no
leíste el cartel que lo informaba.
No te importó que yo estuviera atendiendo a un niño, igual que el tuyo, pero que estaba sangrando. No te diste cuenta que yo, viendo a tu niño con los ojos abiertos, llorando y moviéndose normalmente, supe que tenía el máximo de quince puntos de la escala de Glasgow, es decir, que no tenía compromiso cerebral, por lo menos en ese momento. No tenías por qué saberlo, porque no eres médico, y no era el momento ni estabas en disposición de escucharme, pero deberías, por lo menos haber respetado al profesional que se haría cargo de tu hijo y al niño que atendía.
No te importó que yo estuviera atendiendo a un niño, igual que el tuyo, pero que estaba sangrando. No te diste cuenta que yo, viendo a tu niño con los ojos abiertos, llorando y moviéndose normalmente, supe que tenía el máximo de quince puntos de la escala de Glasgow, es decir, que no tenía compromiso cerebral, por lo menos en ese momento. No tenías por qué saberlo, porque no eres médico, y no era el momento ni estabas en disposición de escucharme, pero deberías, por lo menos haber respetado al profesional que se haría cargo de tu hijo y al niño que atendía.
No me extraña que no supieras nada
de nada: no te he visto ni en el Cabildo
ni en el Plebiscito del año pasado, ni en el Cabildo reciente, ni en ninguna de
las actividades de apoyo al Hospital, pero no me cabe duda alguna que miras
televisión y sabes lo que pasa en este Hospital. El sábado del Cabildo hacía frío, pero unas 400
personas se levantaron temprano y fueron a enfriarse los pies, preocupadas por
tu hijo. Claro que no fueron suficientes porque faltaste tú y unos cuantos miles que no creen en la
solidaridad, hasta que la necesitan, los mismos que cuando obtienen esta
solidaridad se sobregiran, porque no han depositado nada en la cuenta. Tú, a esas horas, seguramente dormías o jugabas
con él. Tu problema es que miras desde afuera, de manera egoísta,¡ total
!, son otros los que tienen problemas, no tú. Pero ahora, el que está en
problemas eres tú. Ahora eres parte de la comunidad.
Espero que tu niño salga bien de su
accidente, porque en eso sí que coincidimos de manera absoluta. Que no haya
sido en vano nuestra atención, la radiología, el traslado al Instituto de
Neurocirugía, el scanner, su
hospitalización y su tratamiento, que, como te habrás dado cuenta, sólo
requirió observación y reposo. Pero sí espero que hayas madurado después de
todo esto, que nunca más valores a tu
hijo más que al hijo del vecino, que te hayas vuelto un poco más solidario, un
poco más preocupado por los demás, porque en el fondo y si lo miras bien, es
preocuparte por ti y por los tuyos. Si hasta las ballenas se
turnan para mantener al ballenato a flote para que pueda respirar ¿ por qué no
podemos hacerlo nosotros ?
Que el dolor de tu hijo, tu
prepotencia inadecuada y mi profundo
malestar y por qué no decirlo, mi profundo desaliento, no hayan sido en vano.
Dr. Hernán Eusebio Lechuga Farías.
No hay comentarios:
Publicar un comentario