sábado, 23 de abril de 2016

Cuentos de la vida real 2








HISTORIAS DE HOSPITAL
             P  O  L  I  P  O
                                             Poesía                  Literatura          Política

#1 para  $, para tirar È y no Ê, para vivir y no N

No hubo acuerdo para integrar ambos Boletines, perdió mi moción de que el  Año 1 Número 1 fuera el de Octubre de 1999 y ganó la moción de que  fuera el  de Febrero del 2000. Esa  decisión tiene, como todas las cosas, lados malos y lados buenos:

Malo por la injusticia de no reconocer el papel jugado por esos primeros boletines tanto en la difusión de temas de real importancia  como el estudio contable de  Tesorería, como en la de haber generado, ¡por fin!  la polémica, signo de interés, signo de diversidad y por lo tanto,  signo de vida.

Bueno porque me permite continuar, bajo mi absoluta responsabilidad, en esta tarea de informar, de llamar  a la conversación y de compartir  lo poco que conozco del inmenso mundo de la literatura y de la poesía, un mundo irreal, es cierto, pero que tiene la magia de hacer volar la imaginación y de llevarnos  exactamente hasta  el punto  donde uno quiera llegar.


Cedo entonces el nombre de "El Boletín" a  la Asociación  y me quedo con este otro, este "POLIPO" que hay que leer como Poesía, Literatura y Política  (gremial y de la otra). 

Desde ya hay que aclarar que este pólipo es benigno, porque no quiere hacer daño a nadie. Es más bien la expresión de ese deseo permanente de crecer libremente y de transgredir  las formas habituales, normadas,  de crecimiento y desarrollo.  

Este pólipo, igual que el  pólipo de verdad, quiere crecer y desarrollarse sin tomar en cuenta su carga genética, esa que le está ordenando que se transforme en pelo, en glóbulo rojo, en neurona, en fin, que lo obliga a cumplir ese destino fatal del cual no puede huir. El pólipo huye de esa  horma  y crece libremente. 

No importa que en nada contribuya al resto del organismo (como no sea en la expresión real de ese afán de libertad), no importa  que un día se ponga a  sangrar,  que el cirujano lo corte de raíz y lo mande  a biopsia, que en este caso sería  una autopsia. 

La autopsia confirmará la injusticia cometida, porque demostrará siempre su carácter benigno. 

Puesto que los pensamientos no son visibles al microscopio, no podrá demostrarse  nunca, desgraciadamente, si es verdad lo que digo.

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