miércoles, 4 de abril de 2012

LAS PALABRAS QUE EMPIEZAN CON ANA

El lenguaje tiene cosas sorprendentes, y si por disección se entiende la separación de los tejidos y órganos de un ser viviente, también define al proceso de conservar un organismo íntegro, después de su muerte.

Estas aparentes ambigüedades del lenguaje parecen no ser tales sino meros reflejos de una realidad que siempre se está moviendo entre el todo y las partes, y es el método cartesiano el que nos ha enseñado a estudiar primero las partes, para luego reconstituir el todo. Este dividir para entender parece ser el punto de partida del llamado pensamiento occidental, porque los orientales piensan diferente, porque entienden sin dividir.

Ambos procesos cartesianos, el análisis que permite aislar las dificultades y la síntesis de los conocimientos obtenidos en ese estudio preliminar, son los polos de una dialéctica que avanza en giros ascendentes y que ha permitido el avance científico formidable de los últimos tiempos. La ciencia médica, que es uno de estos campos, ha necesitado conocer la intimidad orgánica, luego fisiológica, química, bioquímica y finalmente molecular del cuerpo humano, demostrando finalmente, que estamos constituidos por partículas atómicas.


¿Tendrá algo que ver esta constitución atómica con la anatomía del ser humano? El desarrollo del lenguaje, esta expresión sonora del pensamiento, nos dice que sí, que la historia de la anatomía se inicia en el átomo.


La anatomía, como muchas palabras que empiezan con ana, como anamnesis, anafilaxia, análisis y otras, se niega a sí misma dos veces para volver a su origen etimológico, de la misma forma que, en las matemáticas, menos por menos, da más.

Pero vuelve recargada, con connotaciones que antes no tenía:

Si tomos significa dividir;

Y átomo es lo indivisible;

Entonces anatomía es dividir lo aparentemente indivisible.

Así se relacionan los tomos en que se divide una biblioteca, de donde nació el saber que aisló los átomos de la bomba H que, a pesar de su nombre original, eran divisibles.

Así lo demostraron Hiroshima y luego Nagasaky, que sufrieron en carne viva la fisión de los átomos de hidrógeno, acto demencial del caballero de los pollos asados de Kentucky, que permitió equilibrar la inteligencia de los que descubrieron la fisión del átomo con la estupidez y la infrahumanidad de quienes así la utilizaron.


La palabra anatomía, que para un estudiante de medicina, es analítica porque le permite dividir, y que para una modelo es sintética, porque le permite mostrar el conjunto de sus partes, resume en sí misma lo esencial del método científico occidental: dividir para luego comprender el mundo que nos rodea.


Podríamos en consecuencia afirmar que, por lo menos etimológicamente, así como las bombas de Hiroshima y Nagasaky no eran atómicas, sino anatómicas, puesto que se dividieron en sus partículas subatómicas, tampoco la Marylin Monroe era una bomba anatómica, sino una bomba atómica, puesto que nadie la hubiese deseado por presas.


La palabra, ese maravilloso reflejo del intelecto, puede exteriorizar, puede dar luces de la historia del pensamiento humano. Sólo se necesita investigarlas para reconocer las etapas de su desarrollo, de la misma forma que, durante nuestro desarrollo orgánico intra útero, tenemos fugaces branquias de pescado, patas de dinosaurio, cola de mono, apéndice y escápulas de ave, reflejando así en nuestro propio y personal desarrollo, el desarrollo de la especie humana.


Es verdad que algunos tienen la suerte de conservar el cerebro de pollo, porque, no siendo éste un tema intelectual, etimológico ni científico, asegura un futuro político. Por lo menos, nadie, ni siquiera la comunidad científica internacional usando incluso el método de la falsación popperiana, ha logrado demostrar lo contrario.

No hay comentarios:

Publicar un comentario